Yolanda Oreamuno: “Mi vida propia es mi único documento”
Por: Fabricio Alfredo Obando Chang, periodista
El escuchar el nombre de Yolanda Oreamuno para algunas
personas es sinónimo de belleza en forma de letras. Fue una gran mujer que
sufrió muchos eventos trágicos en su vida, e inclusive viviendo con su
enfermedad en la soledad y olvidada por ciertas personas.
Era distinta a las demás mujeres:
era elegante, desafiante y un ángel en forma de persona; pero, en aquella época,
desafió a la población costarricense con un ensayo en donde se hablaba del
feminismo cuando cursaba en el Colegio Superior de Señoritas, institución
emblemática de la educación costarricense. Toda su vida era su único documento:
la esencia de ella misma, pero sin imitar a ninguna otra persona. Estuvo
rodeada de diferentes personalidades de la sociedad costarricense, e inclusive
forjó una amistad con José Joaquín García Monge, gran escritor del Reporterio americano
donde tuvo la oportunidad de escribir nuestra querida amiga, y le digo amiga
porque la siento muy cercana a mi vida. Hemos liberado muchas batallas e
inclusive una de ellas fue aceptarme a mi mismo tal como soy yo.
En su ensayo “¿Qué hora es?” del Reporterio Americano se
cita textualmente la frase mágica acerca del feminismo:
“¡Que no haga la mujer poses de feminista, mientras no haya
conseguido la liberación de su intelecto, de lo menos de ella misma preso
dentro de su propio cuerpo!”. Esta frase me ha marcado toda la vida e inclusive
algunas veces cuando me siento a leer un libro de Yolanda es como si estuviera
a la par mía tomándonos un delicioso café con unas deliciosas tanelas
guanacastecas para hablar acerca de la vida.
Era tan bella que todos los hombres caían rendidos a sus
pies, pero ella se sentía mal al ser juzgada solamente como un objeto sexual
para satisfacer los bajos instintos de los leones y los tigres que buscaban
llevarla a la cama para llegar al acto de la consumación. Fue muy poco valorada
por su intelecto porque escribía desde el alma y detestaba “Las Concherías” de
Aquileo Echeverría, porque era el costumbrismo costarricense; algunas personas
no pensaban igual que ella en esa forma.
Al no ser querida en su querida Costa Rica, tuvo que
trasladarse a cosechar nuevos frutos en una tierra nueva llamada Guatemala en
donde escribió su única novela y conocida por todos: La Ruta de su Evasión,
la cual es muy leída por todo el mundo y reconocida como el inicio de la nueva literatura
costarricense. Ella cambió el paradigma de la obra literaria en Costa Rica.
Un día, la querida Yolanda Oreamuno me invitó a una actividad
donde se hablaría acerca de la trayectoria de ella, pero quería que le sacara
una nota para el suplemento de Cultura, en el cual trabajaba con una amiga de
origen chileno. Estuvo entretenida la charla, me quede durmiendo en la casa de mi
amiga. El estar en la casa de ella era
un altar lleno de mucha elegancia e inclusive nos pusimos a contarnos nuestras
historias de la vida de cada uno de nosotros.
Pero ella me contó lo que sufrió cuando su esposo no la
dejaba ver a su hijo Sergio, pero gracias a Dios me dijo: cuento con la
bendición de tenerlo aquí a mi lado en compañía de mi querida nieta.
Entonces yo le respondí: “Muchas gracias, Yolanda por
invitarme a compartir con ustedes en su querido techo, de hecho, mañana te iba
a invitar a asistir a la revista para que nos hablará acerca de su obra”, y me
dijo: “claro que sí, mi querido Ricardo Antonio. Me levanté bien temprano para
ir a la oficina que me queda cerca gracias al señor.
Entonces, me encontré con Yolanda en la oficina luciendo un
vestido muy elegante. Entonces, todos los colaboradores se quedaron asustados
con la belleza de nuestra querida amiga, en pocas palabras cuando terminó la
jornada ella cerró con esta frase “Mi vida propia es mi único documento”.